miércoles, 27 de mayo de 2015

Cómplices



A lo largo de mi vida  he intentado trabajar siempre con mujeres, como una cuestión de principios. Me gusta tocar con mujeres y en general, hacer proyectos con ellas. Creo que es necesario y creo que es increíblemente gratificante. Me gusta tocar con mujeres que sean mejores que yo, de las que puedo aprender y a las que puedo admirar. Me gusta currar con mujeres que son más listas que yo, que saben más que yo, que me enseñan cosas. Coincide muchas veces que, además, son más guapas que yo, más exitosas que yo, mejores personas que yo. Me gusta rodearme de mujeres que hacen lo que quieren hacer porque suelen ser personas luchadoras, felices, que no pierden el tiempo en intentar ningunear a los demás, en envidias y en hacer daño a otras personas. Me gusta creer que todas esas gilipolleces sobre que las mujeres no sabemos currar juntas, las peleas de gatas, las sucias artimañanas femeninas, las envidias...  son algo del pasado, algo fruto del "divide y vencerás" más trasnochado y machista.

Huelga decir que he tocado y realizado distintos proyectos con hombres fantásticos a los que adoro, pero simplemente no es de eso de lo que quiero hablar.

Me siento muy afortunada de haber formado mi primera banda, hace ya 19 años, en mi pueblo,  con mi mejor amiga, de haber tocado en Sweet Little Sister con un montón de tías, de haber formado parte de The Sheenas, banda íntegramente femenina, de haber compartido el micro en The Backseats con alguien tan de otro planeta como Neus Ferri y también con Cristina Redondo, una cantante a la que admiro muchísimo y con Lorena, una de las voces más prometedoras de por aquí, de haber compartido un par de ensayos en Interceptor con Laura, de haber tenido a Reme, a Yasmina, a Susi, a Belén, a Lisbeth y a Olaya como compis de trabajo en orquestas, de haber currado además con Olaya en mi obra de MicroteatRock "Un bonito cadáver", de haber formado dúo coral con Merche para The Stone Circus,  de tener a Neus y a Isabel como coristas en el vídeo de "Nadie de verdad" de Gran Quivira,  de tocar actualmente con Marta e Isabel en Femme Fractal (pronto nos estrenamos). Me siento orgullosa de haber puesto todo lo que tengo al servicio de eso, de buscar a otras tías que, como yo, querían hacer "algo", lo que fuera, algo que se supone que no podríamos hacer bien porque somos tías. Cada uno elige sus luchas, y yo, desde muy pequeña, escuché demasiadas veces frases como "eso es para tíos", "las chicas no podéis hacer esto" o "las chicas sois malas entre vosotras". Nunca quise creer que yo no podía hacer algo porque fuera una tía, Y sobre todo, nunca quise creer que si quería intentarlo no podía hacerlo con otras tías como compañeras.

He admirado a un montón de mujeres: Joan Jett, Doro Pesch, Nina C. Alice, Wendy O'williams, Debby Harry, Angela Gossow, Bonnie Tyler, Lauryn Hill, Ruth Brown, Amanda Palmer, Ana María Matute, Susan Sarandon, Brody Dale, Alanis, Tori Amos, Patti smith, Amy Winehouse, Gwen Stefani, Nina Persons, Sandra Nassic, Lzzy Hale, Shirley Manson, Orianthi, Juliette Lewis, Pat Benatar, Crissie Hynde, Courtney Love, Sharleen Spiteri, June Carter, Emma Watson, Ellen Page, Alicia Murillo, Simone de Beauvior, Susana Perales, Martillo de The Capaces... la lista sería eterna. Y jamás me he sentido amenazada por otra mujer que cantara mejor que yo, fuera más lista que yo o más guapa que yo. Principalmente porque el mundo necesita mujeres mejores que yo, muchísimo mejores que yo, infinitamente mejores que yo. Y porque aprendí a ver en las victorias de cada mujer que rompe un mito sobre lo que podemos o no hacer, una victoria mía. Una victoria nuestra.

Quizá por eso, a día de hoy sigo sin entender cómo es posible que algunas de las críticas más machistas, de las actitudes más machistas, las haya sufrido (y las sufra) de otras mujeres. No me refiero a críticas sobre lo mal que hago algo (en ese caso son totalmente comprensibles, vengan de quien vengan). Hablo de insultos, de zancadillas, de esas sutilezas que muchas veces se emplean para putear a otra, esas artimañas que quedan semi-ocultas para la mayoría de gente de alrededor pero que son dardos que se envían de la manera más cobarde: lo bastante evidente para que te enteres de que te están intentado aplastar, pero lo bastante sutil como para que si levantas la voz sobre ello te acusen de loca. Hablo de sentir verdadero odio de otras tías a las que yo no he hecho absolutamente nada, que se sienten amenazadas porque yo "hago cosas", porque he salido ahí fuera a que me partan la cara una y mil veces por pelear por lo que quiero hacer, lo haga bien o lo haga como el culo, simplemente por mi derecho a hacerlo. Hablo de tías que no querían que sus novios tocaran con alguna de mis bandas, de tías que obligan a sus novios a eliminarme de alguna red social, de tías que antes de escucharnos ya nos insultaban por cómo vestíamos o por nuestro físico, de tías que cuestionaban nuestros logros con el típico "a saber cómo han llegado hasta ahí",  anulando todo nuestro trabajo y nuestro esfuerzo con esa tan aceptada e injusta frase, de tías que te hacen el vacío de una manera evidente, que te quede claro que no les gustas por ser tú.  Esa mierda a la que nos enseñaron a jugar desde bien pequeñas y que generalmente es vista por los hombres como "cosas de tías, ya sabes cómo son". Esas cosas con las que no nos hacemos ningún favor, pero para las que nos han educado (insisto, divide y vencerás). Esas peleas que nos mantienen tirándonos de los pelos mientras ahí fuera seguimos cobrando menos, siendo menos reconocidas, siendo cosificadas, vejadas, censuradas, maltratadas, asesinadas. Cada vez son menos (como digo, estoy rodeada de mujeres increíbles) pero me sigue pasando, y siempre es igual.

No, queridas, no somos el enemigo. Otra tía que sea más guapa, más lista, mejor cantante o mejor lo que sea que tú, no es tu enemiga. No es a ella a quien debes odiar. Tampoco es necesario ser la más guapa de la fiesta, ni la mejor en nada, para ser feliz. Suele bastar con hacer lo que quieres hacer con todas tus fuerzas, lo hagas mejor o peor. Tampoco vas a sentirte mejor si aplastas a alguien que es mejor que tú. Tú seguirás siendo peor, serás, de hecho, todavía peor. Si quieres ser mejor, sé mejor. Es así de sencillo.  Pero odiar a otras tías sólo porque destacan por algo, porque son amigas de tu novio, porque a veces tienen un foco en la cara y todos las miran, te convierte en cómplice de todo aquello que nos ha sometido y nos somete y también te perjudica a ti. Superemos esto, por favor.

Cada vez que insultas a una tía sólo por ser tía, eres cómplice.
Cada vez que cuestionas lo que una tía ha conseguido, insinuando que es simplemente por ser tía, eres cómplice.
Cada vez que no quieres trabajar en equipo con otra mujer, pero sí con otros hombres, eres cómplice.
Cada vez que te da rabia que una tía destaque más que tú, eres cómplice.
Cada vez que crees que una tía ha de pasar tu examen, soportando antipatías, malas respuestas y miradas asesinas para llegar a ser tu amiga, eres cómplice.
Cada vez que dices "las tías somos malas", eres cómplice.
Cada vez que criticas en una tía lo que admiras en un tío, eres cómplice.

¡Saludos!

3 comentarios:

  1. Tens tota la raó..i escrius molt bé..continúa aixi

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  2. Toda la razón del mundo. Las actitudes más machistas que he visto en mi vida, venían de mujeres, algo que jamás he entendido.

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    1. Hola Larry! hombre, las más machistas no, porque las actitudes más machistas, que es matar por ser mujer, las cometen los hombres, pero entiendo lo que quieres decir. Sí, es sorprendente que nosotras mismas nos hagamos tanto daño.

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