viernes, 24 de octubre de 2014

Kraken Roll Moments


El pasado viernes 17 de octubre celebramos la Kraken Roll Band un año más. Nos juntamos cincuenta y pico músicos, ensayamos durante meses (especialmente los músicos no cantantes) y Pablo, alma máter del asunto, se deja la salud y el cerebro intentando organizar el caos que esto supone, que es mucho. Cualquiera que tenga una banda sabe lo que es lidiar con otros tres músicos, sus agendas, sus olvidos, sus impuntualidades... pues imaginad con casi sesenta. Demencial. Y todo, para una noche. Precisamente ahí está la gracia, en la irrepetibilidad del asunto. Supongo que cuesta entender semejante despliegue logístico para quemarlo todo en apenas un par de horas, pero teniendo en cuenta la locura que supone, no podría ser de otra manera.  Y no debería serlo. "Hay cosas que son preciosas porque no duran para siempre", decía Oscar Wilde, y qué razón tenía. Hacer las cosas una única vez, sabiendo que no se repetirán, que cada instante nace y muere a la vez, es una de las experiencias que más me llenan como músico. Appetite for destruction, espíritu kamikaze, yo que sé, pero la energía que se genera en una situación así es impresionante. Impresionante en toda su acepción,  me impacta, me sube los midiclorianos como pocas cosas. Además, lo hacemos sabiendo que tendrá escasísima relevancia para el público, para esta ciudad, para la historia de cualquier cosa, que es algo que sobretodo, hacemos por nosotros. Siempre he sido más amante de estos pequeños momentos que de los que son demasiado grandes para asimilarlos. Una vez teloneé a Scorpions y apenas lo recuerdo. Otra vez, uno de mis grupos favoritos internacionales, Hardcore Superstar, me invitaron a cantar con ellos. Y fue genial, pero la verdad, tampoco recuerdo gran cosa. A mí los nervios me fusilan el cerebro,  qué le vamos a hacer. Son experiencias que agradezco sobremanera, que me hacen inmensamente feliz y me hacen sentirme mucho más afortunada de lo que merezco, pero la verdad es que hacer esto con mis amigos, con mis compañeros de escena, es infinitamente más gratificante. Me sigo poniendo nerviosísima ("pero Monty ¿Qué cara llevas?" fue una de las frases que escuché antes de cantar el viernes) pero son nervios con los que puedo lidiar, a los que puedo mirar a los ojos y decirles : "Ok, estáis ahí, pero no podéis subir arriba conmigo, que os jodan". Total, que gracias a la Kraken he vivido momentos preciosos para mí, de esos que dices "mira, si mañana me cayera un piano en la cabeza, pues me iría tranquila": cantar con mi hermana Merche para mí siempre es algo especial, pisar las tablas con una artista como Belén Riquelme es algo por lo que estaría dispuesta a pagar,  asistir y acompañar a Vanessa en su debut como corista me encantó, y ver cómo las voces de dos bestias como Hillary o Ali elevan el caché femenino al infinito hace que mi orgullo como mujer crezca. Y  así podría enumerar a cada uno de mis compañeros y destacar algún motivo por el que amo tocar con ellos, aunque sólo las enumere a ellas, que a mí el estrógeno me pierde, ya lo sabéis.

Me consta que hay gente que confunde todo esto con falsedad o con elitismo. A mí todo eso me la suda muchísimo.  Nosotros nos hemos conocido en la barra del Kraken, nos hemos aguantando lo mejor y lo peor, nos hemos visto en conciertos, hemos formado grupos, nos hemos ayudado siempre que nos lo hemos pedido, y si alguien prefiere ver algo negativo antes que el torrente de hermandad que esto genera, sinceramente, no es mi problema. A mí me gusta cantar, me gusta aporrear mi guitarra y me gusta hacer coros, y me gusta reírme y me gusta admirar a gente (yo era de las que tenía tres carpetas porque en una sola no me cabían todas las fotos con las que quería forrarla, mitómana, fan, no lo sé) y aquí puedo hacerlo todo a la vez.... Formar parte de todas esas canciones que primero formaron parte de mí, de lo que soy, y hacerlo con gente como yo, esa es una de las cosas que me hace amanecer cada mañana sintiéndome feliz. Ver como la gente crece, como cada año tocan o cantan mejor, a mí, que antes que músico -mucho antes- me considero público, me pone los pelos de punta. Y no puedo evitar sentir pena por aquellos que persiguen el éxito compitiendo con sus semejantes, pisoteando o despreciando a los del local de enfrente, porque se pierden algo tan quizás poco vistoso pero tan sumamente importante como el compañerismo, la amistad y las risas. Al fin y al cabo, el éxito no nos va a llegar a casi ninguno de nosotros, me temo, pero las noches llenas de música hecha por el placer de hacer música, esas, dependen sólo de nosotros.


Aun así, entre todo el maremagnum de emociones hay una que esta vez sobresale. Raúl Tamarit (cantante y guitarrista de Los Radiadores) y yo siempre hemos estado cerca. Vivíamos en la misma calle, compartimos amigos y sello al principio de mi "carrera", coincidimos en el Kraken, en la radio de Mislata y siempre ha habido lazos entre nosotros, pero musicalmente nunca habíamos terminado de cuajar. Quizás porque no compartimos del todo la misma escena, sino sólo la parte en que las dos nuestras se solapan (el "rock" de su punk rock y el "rock" de mi hard rock), quizás porque no somos de la misma generación (aunque casi), o a saber... El caso es que nunca habíamos pisado el mismo escenario a la vez.  Reconozco que hasta hace poco, que ya soy oficialmente mayor, me cohibía, me sentía muy cría a su lado, no quería cagarla, no sé, para mí "la sustancia verde" (su programa en la radio) era algo importante. Y os juro por Crom que yo soy tímida en esencia. He aprendido a dismularlo, incluso a negarlo, pero a veces vuelvo a serlo, y Raúl me generaba respeto.  Por suerte hace ya unos años que no me pongo nerviosa al hablar con gente a la que respeto. Las tablas, será eso.

Esta vez, por fin, sucedió, pudimos tocar juntos. Y además, él a la voz y yo tocando la guitarra (es un decir, castigando unas pobres quintas, en realidad) con "Chinese Rocks", lo que para mí supone un extra de valentía (si cantar me pone nerviosa, colgarme un instrumento que no domino en absoluto, todavía más). Supongo que él no sabía lo importante que era para mí, ya sabéis, aquí jugamos mucho a hacernos los duros, pero saldé una deuda de las importantes para mí. De alguna manera creo que a él le pasaba lo mismo, porque dijo algo muy parecido a lo que yo pienso justo antes de empezar la canción. Ese momento me lo llevo, junto a tantos otros, a que me haga compañía cuando de vez en cuando pienso en por qué hago todo esto. Hay cosas que no se pueden explicar, que  no tienen demasiado sentido sobre el papel, que no te van a llevar a ningún sitio en la vida de esos a los que supone que hay que aspirar  a llegar. Simplemente te hacen sonreír, y a fe que he dedicado mi vida a perseguir momentos de este tipo. Por suerte, tengo unos cuantos.

Gracias Pablo, gracias krakenrollers y krakenettes.

Adiós Amigo

Hace poco nos dejó el gran Ernesto Talens. Le escribí un texto en la web de Rockonut, aquí os lo dejo:

http://www.rockonut.com/colaboradores/antes-mol%C3%A1bamos/ernestotalens/