miércoles, 7 de enero de 2015

¡"El último abrazo" nominado a los Goya!

Con Sergi el día del estreno
"El último abrazo", el documental de Sergi Pitarch para el que compuse una canción junto a Isabel Latorre, está nominado a los Goya como mejor cortometraje documental y yo estoy flipando.

Todo empezó hace unos años. No recuerdo cuántos porque soy horrible ordenando recuerdos en sus años, pero me chiva Sergi que fue en 2002 . Una noche, una amiga me presentó a Sergi, precisamente en una de las subastas del Doctor Cáspulo, donde terminó sucediendo todo. Eran unas subastas de artículos de segunda mano que Cáspulo vendía con mucha gracia, era realmente divertido y no nos perdíamos ninguna. Sergi había hecho un curso con mi amiga y una noche nos juntamos allí todos y nos conocimos. Luego resultó que vivía en frente de mi casa, que tocaba la guitarra en un grupo y que nos gustaba la misma música. Claro, nos hicimos colegas y empezamos una larga amistad. El caso es que en una de esas subastas, Sergi compró un bolso por 1 € (pujó porque le sabía mal que nadie lo comprara) y luego nos fuimos a casa. Lo mío fue casi peor, adquirí un libro de religión de EGB que me hizo gracia porque era el que yo usaba en el colegio, aunque luego, evidentemente, acabó de nuevo en la basura. Al día siguiente fui a su casa para tomar café y me contó que había encontrado dentro del bolso unas cartas de suicidio del año 1946. Flipamos, las leímos, nos emocionamos y... allí se quedaron. Sergi era periodista por aquel entonces, pero avatares del destino, terminó trabajando en televisión como guionista, y empezó a hacer trabajos audiovisuales por su cuenta. Tenía talento y se notaba. Aprendió a contar historias y lo hacía de una manera increíble. El chico apuntaba maneras, la verdad.

Grabando la canción
El año pasado me llamó y me dijo que tenía que contarme algo. Me explicó que aquellas cartas le habían dado una idea y quería hacer un documental buscando al autor de las mismas, aprovechando la coyuntura que éstas le daban para hablar de las generaciones que se pierden en las guerras, del horror que suponen desde el punto de vista humano y de por qué alguien puede preferir morir a vivir en ese contexto. Me encantó la idea, por supuesto, porque la había visto nacer de aquella manera tan casual y me parecía precioso que le diera vida a la historia desde ese punto de vista tan humano. Me moría de ganas de que se pusiera a investigar aquellas cartas y descubriera quién estaba detrás, por qué, cómo, qué le había pasado a esa persona... Además, me propuso hacer una canción para la banda sonora. Yo llevaba en el móvil algunas de las maquetas en las que estaba currando y se las enseñé. Me dijo que le gustaba lo que estaba haciendo y que sí, que me encargara de aquello. No tengo ni idea de por qué me lo pidió a mí, porque yo básicamente hago rock y esto era algo distinto y no es algo que yo haga habitualmente, aunque en mi casa suelo tontear con muchos tipos de música y me gusta cantar y tocar muchas más cosas además de rock. No tenía sentido escribir una canción rock para una historia así, con guitarras eléctricas. Al menos a mí me parecía que pedía otra cosa. Algo que no tenía claro que supiera hacer, pero acepté. Era mi amigo, eran aquellas cartas y era escribir una canción para una banda sonora, algo que siempre me había apetecido hacer, llevar al formato musical una historia que va a ser narrada audiovisualmente. Y sobretodo, era hacer algo nuevo y yo soy adicta a empezar de cero constantemente y a meterme en proyectos que me quedan grandes y pelear con todo lo que tengo para defenderlos y aprender un montón de cosas por el camino. Así que me fui a mi casa y cogí la guitarra acústica. Me venía a la cabeza José Alfredo Jiménez, el que para mí es el rey a la hora de contar dramas y convertirlos en canción y del que soy muy fan. Escribí la letra de manera automática prácticamente, con los ojos cerrados (sí, se puede escribir con los ojos cerrados xD) y tratando de situarme en la historia. Resultó una experiencia increíble a nivel creativo y además fue
primera página de la partitura de la canción
bastante sencillo. Quizás por eso tampoco es perfecta en absoluto, hay algunos fallos en la forma que no me gustan, pero pensé que valía la pena que conservara esa frescura a pesar de que formalmente pudiera ser mucho mejor. Quería algo sincero y directo, sin demasiados retoques (hay veces que puedo tirarme tres meses dándole vueltas a una frase para pulirla y dejarla perfecta y cambiarla un millón de veces buscando que quede lo más pefecta en  forma y fondo que esa frase pueda ser y otras que prefiero aceptar algo muy imperfecto si considero que perdería algo importante al retocar y retocar, no sé, es así como yo lo veo). Luego con la guitarra encajé aquella letra intentando que tuviera ese poso de tristeza que tanto envidio en las composiciones de José Alfredo, aunque evidentemente, no es mi rollo ni lo domino, ni siquiera se parece a ese tipo de canciones, pero fue lo que me inspiró. Entonces vi que a aquello le faltaba algo. Y lo que le faltaba, por suerte, lo tenía muy a mano. Aquella canción pedía a gritos el acordeón de mi amiga Isabel Latorre. Isabel tocaba el teclado conmigo en una orquesta hace años y luego la batería en The Sheenas. Tengo muy buena comunicación con ella, la quiero como amiga y la admiro como músico y compositora, porque es increíble. Toca el piano, el acordeón, la batería, el bajo (y casi cualquier cosa con la que tontee media hora) y además hace unos coros brutales. Y encima es la persona con la que he tocado en más combinaciones (ella al teclado y yo a la voz, ella al teclado y yo al bajo, ella a la batería y yo a la guitarra, ella a la batería y yo a la voz, ella al bajo y yo a la batería... y unas cuantas más). Le conté la movida y se apuntó en seguida. Le pasé una maqueta y en muy poco tiempo tenía un arreglo impresionante que en realidad no considero arreglo, sino pura composición. Yo empecé el tema y ella lo terminó. Ahora sí, ahora la canción estaba en el punto que necesitaba estar y sonaba como estaba en mi cabeza -de hecho, mucho mejor-. A Sergi le encantó y no nos corrigió absolutamente nada, le pareció bien cómo estaba. Además, Isabel compuso otra canción instrumental para el documental, inspirada en esta, una obra que le quedó preciosa, como casi todo lo que ella compone y toca.

La grabamos en un pueblo súper acogedor, en un estudio en medio del monte, con el acordeón centenario que Isabel heredó de su abuelo y que suena, precisamente, a otra época, y aunque, a título personal, no estoy del todo satisfecha con mi parte, la canción quedó bien bonita (me hubiera gustado grabarla mejor, pero no es un estilo que domine y además no tenía un buen día como cantante, esos días en los que simplemente, tu voz no sale como te gustaría).
Con Sergi e Isabel, el día que grabamos la canción.
Después llegó el estreno, ver el documental terminado... Es tan bonito y tan increíble lo que ha hecho Sergi que jamás tuve ninguna duda de que aquello iba a llegar lejos. Una historia así no podía pasar desapercibida. Todo el trabajo que Sergi había hecho para darle voz a aquellas cartas no iba a quedarse sin más en el olvido. Y así está siendo. El 7 de febrero sabremos si este documental gana un Goya, cosa que merece y que espero que suceda, pero en cualquier caso, y aunque suene tópico, ya hemos ganado un montón de cosas sólo por participar en esta historia tan fascinante.

Aquí  está la canción, en su versión reducida (la que sale en los créditos) y también la instrumental de Isabel, aquí podéis ver un vídeo de la grabación y aquí la página de los premios Goya donde aparece la nominación.


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