lunes, 10 de noviembre de 2014

Gran Quivira

¡Hola!

Este viernes, 14 de noviembre, por fin Gran Quivira vamos a grabar una canción. Llevamos más de un año encerrados en el local de ensayo y ha llegado el momento de enseñar al mundo lo que estamos haciendo.

Todo empezó cuando me mudé a mi nueva casa, hace un par de años. Cerca del campo, alejada de la ciudad, me encontré con todas las tardes vacías, sin demasiados planes, al contrario que en Valencia, donde siempre había algo que hacer. Así que decidí que era el momento de reecontrarme con las canciones. Hacía tiempo que no componía, prácticamente desde que nos separamos Sweet Little Sister. Y esta vez fue muy distinto, porque me senté a escribir canciones sin pensar dónde iban a terminar. No sabía si acabaría montando una banda o si simplemente se quedarían ahí, conmigo, en el sofá. Me enfrenté de una manera muy distinta al hecho de escribirlas, por varias razones. La primera es que al no estar enfocadas a ningún proyecto en concreto, no había ningún corsé estilístico, como cuando escribía para SLS, simplemente me dediqué a escribir lo que me salía, tuviera la forma que tuviera; no estaba pensando en que sonara de una manera determinada, ni siquiera en que funcionaran en directo, porque no sabía si iba a haber un directo alguna vez. La segunda es que decidí escribir en castellano. Aunque escribir es quizás lo que más me gusta en la vida, el formato letra es algo que había practicado muy poco (aunque siempre he escrito mis letras, el hecho de hacerlo en inglés y bajo una serie de clichés, cambia totalmente el asunto) y que no se parece en nada a lo que yo suelo escribir (a mí lo que me gusta es soltar la chapa, la subordinada de la subordinada y el paréntesis, qué le voy a hacer), por lo que era un reto para mí. La verdad, no aspiro a escribir grandes letras, con ir aprendiendo a que sean medianamente decentes me conformo. La tercera es que me compré una acústica de 12 cuerdas, bendita Takamine, y me atrapó su sonido. Intenté que las canciones tuvieran fuerza en ese formato, sólo con guitarra y voz, sin esperar a que la distorsión, la velocidad y los arreglos las completaran, que me gustaran simplemente así de desnudas, porque en ese momento sólo estaba yo y tenía que funcionar con lo que tenía.

Fueron pasando los meses y me vi con un montón de canciones, grabadas cutremente con mis escasos conocimientos de sonido y la ayuda del Garage Band (programa pensado para que hasta una rubia como yo pueda utilizarlo). También compuse algunas a medias con amigos a los que les pedía que me ayudaran, que me pasaran una base instrumental, que me ayudaran a corregir algunas frases, que convirtieran mis acordes -más tirando a la acampada- en un riff más decente, ya que mi capacidad como guitarrista es más bien limitada o que, simplemente, improvisáramos juntos. De esta manera, de repente me di cuenta de que ya estaba pensando en hacer algo con ellas, las estaba arreglando, perfeccionando, aunque no sabía muy bien para qué ni cómo iba a hacerlo.

Entonces un viernes, el 12 de julio de 2013,  me fui a ver a los Delta Saints con mi amiga Didi. Flipamos con los teloneros, Red Buffalo, una banda de aquí a la que no conocía, con un sonido muy americano, muy folk. Cuando llegué a casa le envié un mensaje a su bajista para felicitarles. Me respondió y empezamos a hablar. No sé muy bien por qué, le conté lo que estaba haciendo. Conectamos en seguida y nos tiramos largos ratos hablando de música, de mi proyecto, del suyo, etc... Él me contó también que uno de los guitarristas de Red Buffalo era de mi pueblo y me conocía de mi etapa en SLS. Flipé y corrí a agregarle. Descubrí en él a una persona con la que tenía prácticamente todo en común: habíamos ido al mismo colegio, habíamos pasado por la misma sensación de desolación por estar en un pueblo donde no hay prácticamente nadie que escuche rock y compartíamos influencias, no sólo musicales, sino también en cuanto a cine, cómics, libros. Muchísima casualidad. Habíamos vivido la misma vida en dos generaciones distintas, y el hecho de que yo me largara a los 18 de allí impidió que nos conociéramos antes. Les dije que teníamos que quedar, que quería enseñarles mis canciones, sentí ese impulso. Vinieron a mi casa y sin conocernos de nada, a la media hora ya estábamos hablando de montar una banda y de arreglar esas canciones en un formato eléctrico. Llamé a Joan, batería, que es uno de mis mejores amigos y con el que he tocado en orquestas desde hace mucho tiempo, le expliqué la movida y se unió al instante. Nos metimos en un local y muy poco a poco fuimos dándole forma a las canciones, jugando con ellas, con toda la tranquilidad del mundo. Si algo tenía claro es que tenía muchísimas ganas de volver a un local, de encerrarme a tocar sin prisas de ningún tipo, dándole mucha importancia al factor humano, formar una banda de verdad, de amigos, como te lo imaginas cuando con 15 años sueñas con tener un grupo de rock. Así que los ensayos eran muy productivos aunque muy lentos, porque nos tirábamos horas hablando, conociéndonos, forjando una amistad. Después vimos que necesitábamos otro guitarrista, y entonces apareció Alberto, a quien conocía desde hacía muchos años. Vino a mi casa, le puse los temas y en dos días estaba en el local terminando de darles la puntilla, porque es un arreglista y productor excelente y no fue hasta que él llegó que  las canciones empezaron a sonar del todo. Y de repente, allí estábamos, por fin, completos, amigos y con muchas ganas de hacer música juntos y de pasárnoslo bien. Y de verdad que nos lo pasamos de puta madre y somos una especie de familia. Una familia un poco absurda y disfuncional, eso sí.



La verdad es que estábamos tan a gusto en el local que no teníamos ninguna prisa por salir a tocar, por grabar. Me he tirado los últimos años haciendo muchos conciertos, y me apetecía volver a reencontrarme con la música a solas, sin nadie más que la banda y las paredes del local, tocando para mí y mis compañeros, sin expectativas, sin público, sin nada excepto la música. Y lo disfrutamos muchísimo. Hace poco decidimos que ya era el momento de enseñarle al mundo algo de lo que estábamos haciendo. Decidimos que antes que meternos en estudio a grabar un disco queríamos grabar un canción en directo y hacer un vídeo tocando, que fuera lo más parecido posible a lo que sucede en el local cuando quedamos los viernes por la tarde. Elegimos "Nadie de verdad", una canción que en realidad no representa exactamente el estilo que estamos haciendo, pero que a todos nos gustaba. Tiene un estilo tirando a country (o recuerda al country, al menos), y como digo, no es el estilo que tienen las demás canciones (aunque en todas hay ramalazos de ese rollo), pero realmente, no me importa en absoluto porque sinceramente, estoy haciendo esto con una perspectiva muy distinta a lo que he hecho hasta ahora, pensando sólo en que nos guste a nosotros. No era tanto el hecho de elegir "un single" sino simplemente abrir un poco la puerta del local al mundo, y con ese tema siempre nos lo pasamos bien, así que nos pareció apropiado. No se parece a lo que he hecho hasta ahora (mucho más cañero) y refleja otra parte de mis gustos musicales. Es la primera canción que hice en esta etapa y nació en el campo, apoyada en la pared de la estación de tren, mirando a los árboles. Quizás por eso tiene ese rollo.
Quizás por eso a quien espere encontrarse hard rock o algo más heavy no le guste en absoluto. Lo entiendo perfectamente. Cuando componía pensando en SLS siempre lo hacía pensando en generar energía, potencia y canciones que en directo transmitieran fuerza y toda la rabia que sólo el hard rock te deja sacar, pensando en Skid Row, en Motley Crue, en todas esas bandas que me flipan. Esta vez he escrito desde la tranquilidad más absoluta, escribir por escribir, pensando en otros referentes mucho más blueseros, country, rock clásico, estilos que también me han flipado siempre y que para mí están más cerca del hard rock de lo que a mucha gente le parece. Aunque la verdad, no tengo ni la más remota idea de a qué suenan, soy incapaz de ponerles una etiqueta, así que lo mismo ni siquiera suena a lo que yo creo, a saber. Qué más da.

Y el nombre. Gran Quivira. Nos tiramos meses buscando un nombre. No encontrábamos ninguno que nos gustara, hasta que descubrimos la historia de esta ciudad en ruinas de Nuevo Mexico y nos pareció adecuado, porque a todos nos gustan las ciudades en ruinas y la Historia. Pues ya está. Gran Quivira. Las otras opciones eran Monty & The Phytons y unas cuantas gilipolleces más.

Tengo muchas ganas de grabar. Además, esta vez nos acompañan a los coros Neus Ferri e Isabel Monzó, dos de mis mejores amigas y excelentes cantantes, grabaremos en el estudio de Roger García, a quien adoro (ya grabamos con él "Apocalipstick" de SLS) y del vídeo se encarga Marcos Bañó, otro gran amigo, con lo que no podría estar mejor rodeada.

 ¡Qué ganas!